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Limonada

  • Writer: Felipe Fontana
    Felipe Fontana
  • Nov 10, 2020
  • 4 min read


No hay nada mejor para un día de calor que una limonada. Ahora que la primavera llega y el sol empieza a calentar, es el mejor momento para que te refresques con esta maravillosa bebida. Agrégale menta, albahaca o jengibre, o las tres, y la podrás vender a cinco lucas en cualquier local de moda.


No es por nada que la sabiduría popular dice “si la vida te da limones, haz limonada”. Hay que aprovechar las oportunidades y sacarle el jugo (de limón) a la vida. Llenarla de aventuras e historias, como antaño hicieron los piratas. Esa sí que era una vida emocionante: robos, camaradería, patas de palo, sombreros divertidos. No, hablando en serio, esa visión suavizada tipo Piratas del Caribe es una mentira. Yo no hubiera durado mucho como pirata. Entre los motines, enfrentamientos, la mala higiene personal, y la falta de limones hubiera muerto rápido.


Sí, la falta de limones es mortal. Los piratas solían padecer de escorbuto, una enfermedad que da por falta de vitamina c. Los humanos son uno de los pocos mamíferos que no pueden sintetizar acido ascórbico, por lo que requieren ingerir periódicamente alimentos ricos en ella, como los limones. No hace falta mucho más de un mes con poca ingesta de vitamina c para empezar a presentar los síntomas: debilidad, cansancio, dolor de piernas y brazos. De no tratarse a tiempo, siguen la caída de pelo, y sangrados de piel y encías. Los huesos se debilitan, la piel se palidece, la cicatrización empeora, se pueden producir drásticos cambios de personalidad, manías y, finalmente, la muerte.


El cíclico vaivén del saber humano ha significado que en diversas épocas se ha tenido y luego olvidado el conocimiento de esta enfermedad y sus remedios. Hace más de tres mil quinientos años, ya se manejaba por los egipcios la enfermedad y sus posibles tratamientos. Siglos después, el mismísimo Hipócrates escribiría sobre la relación de los ácidos a este padecimiento. La potencia marítima de Cartago también estaba al tanto. Por eso llama la atención que tiempo después, durante el colonialismo expansionista europeo que inicia a finales del siglo XV, murieran millones tripulantes a bordo de barcos mal aprovisionados.


Tuvieron que pasar años de pesares para que las potencias coloniales tomaran medidas, como lo fue plantar cítricos en islas estratégicamente elegidas en las rutas de viaje usuales. De hecho, así nació el Curaçao Azul, un vistoso licor hecho con cascaras de laraha. La laraha desciende de la naranja sevillana plantada por los españoles en la isla de Curazao en 1527. La fruta no se dio muy bien en el clima tropical de la zona, tornándola demasiado amarga. Al menos las aromáticas cascaras de la fruta resultaron ser ideales para el licor que luego haría famosa a la isla.


Aun así, este saber no era compartido por todos. Conocida es la historia del capitán francés Cartier de La Rocque de Roberval, quien en 1612 fue abordado por el pirata inglés Lesley Herle en medio de un viaje de retorno a Europa desde lo que hoy sería la República Dominicana. Para evitar un derramamiento de sangre, Cartier accedió a entregar todos sus tesoros y carga a los piratas, pidiendo a cambio solo que nadie saliera herido, y que le dejaran la suficiente comida para volver a América junto a su tripulación. Herle, por su parte bastante debilitado tras su prolongada búsqueda y persecución a manos de corsarios españoles, accedió. Sagazmente, Cartier apartó los limones, naranjas y otro par de cosas. Los piratas felizmente se llevaron carnes secas, harina y panes de vuelta a su barco. No fue por nada: De La Rocque había notado el pésimo estado de salud de Herle y sus hombres. Flacos, delirantes, sangrantes. No durarían mucho más en medio del atlántico, e incluso si llegaban a puerto, lo harían de un modo paupérrimo que haría vencerles una trivialidad.


Apenas pudo, De La Rocque fingió fijar sus velas con rumbo a América, solo para dar media vuelta un tiempo después para seguir a Herle. Siguiendo las rutas usuales, a la semana lograron dar con el barco del capitán Herle. La nave flotaba sin rumbo bajo el inclemente sol de altamar. Habían muerto tantos piratas por causa del escorbuto que el enfrentamiento fue más bien una masacre. Cartier de la Rocque de Roberval personalmente ejecutó a Lesley Herle en su propia recámara, recuperó su carga, y volvió a Francia para contar la historia.


He desvariado mucho. Si pudiera dejarles con algo es que el conocimiento es frágil, y el escorbuto lo demuestra. Hoy estamos al borde de precipitarnos en una nueva época de oscurantismo. Muchos parecieran hoy rechazar el saber que tantas vidas ha costado en pos de la construcción de un relato personal e inamovible que poco o nada se preocupa de sustentarse seriamente. En esta pequeña trinchera en la cual nuestra postura es dogma, somos dios. Podemos limitar las voces contrarias a nuestro arbitrio en cada uno de nuestros perfiles digitales, y nuestro sesgo cognitivo hace el resto del trabajo.


No basta dar muchos pasos desde donde estamos para que olvidemos valiosas lecciones de la historia. Pregúntenle nada más a los antivacunas y los terraplanistas. No es completamente desfachatado entonces decir que podríamos volver a morir de escorbuto en un tiempo más, olvidando lo que los egipcios, los griegos, y los cartagineses sabían… ¡pero no tú, que harás esta deliciosa y fresca limonada perfecta para el calor que se viene!


Ingredientes:

- 4 limones grandes.

- 1/3 de taza de azúcar rubia o panela (o tu endulzante predilecto).

- 2 tazas de agua.

- Hielo a gusto.


Preparación:

1. Pela los limones, intentando remover al máximo posible la parte blanca de su piel.

2. Ponlos en una juguera con la mitad del agua, y licúalos.

3. Esta mezcla será algo pastosa y densa; pásala por un colador (recuerda compostar los restos).

4. Enjuaga la licuadora y vierte en ella la mezcla de limón.

5. Añade tu endulzante, el resto del agua, y el hielo.

6.

7. Licúa todo una vez más hasta que el hielo se deshaga.

8. ¡A disfrutar!

Alternativamente puedes exprimir los limones, pero la técnica que yo utilizo se asegura de aprovechar hasta la última gota de jugo.

Recuerda que puedes agregar ingredientes a tu gusto. Como he dicho, a la limonada se le complementa muy bien con menta, albahaca y jengibre. Puedes incluso mezclarlo con otros jugos de fruta.

Como siempre, comenten y compartan.

¡Hasta la próxima!




 
 
 

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©2020 Felipe Fuentes Mejías.
Fotografía por Jael Misraji Giordano.

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